Ayer tras el trabajo, iba debatiendo con mi compañero y amigo Danigm acerca de cómo podíamos afrontar la privacidad de los usuarios de un nuevo proyecto que estamos empezando a definir. Este es un asunto recurrente a la hora de enfrentarse a un nuevo proyecto.
La privacidad no es sólo un tema a tener en cuenta por el carácter legal del asunto, sino que se asemeja al trabajo de un árbitro en cualquier deporte. El objetivo de cualquier proyecto debe ser que no se hable de la privacidad en él, porque siempre que se hable va a ser de forma negativa. Esto puede producir desconfianza, con el correspondiente descenso de usuarios / clientes / ingresos.
El modo de creación de información en este mundo 2.0, donde teóricamente todo es colaborativo, y se propaga a través de distintos medios digitales, facilita mucho que un usuario de la red publique algo a lo que no está autorizado sin tener en cuenta las posibles consecuencias legales. Un caso habitual ocurre en twitter: los usuarios retwittean los comentarios interesantes de otros sin tener en cuenta si estos perfiles son públicos o privados. Si a esto sumamos que muchos usuarios alimentan otras redes sociales como Facebook, la propagación de información que no estamos autorizados a difundir es imparable.
Seguimos reflexionando en las medidas que podemos tomar para controlar esta “fuga de información”, ya sea en base a soluciones tecnológicas o mediante la educación y concienciación de los usuarios. Mientras tanto, me planteo adoptar la solución que algunos han tomado, usando como firma en los correos electrónicos
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